miércoles, 2 de enero de 2013

Símbolos

Normalmente, leer el periódico produce más tristezas que alegrías. Vemos, masticamos y respiramos crisis a diario. Auténticos dramas. Pero, a veces, ciertas noticias inquietan más por su simbolismo que por su contenido.

Que un director de instituto (puesto a dedo por la Administración) recomiende a los padres de sus alumnos que impidan las relaciones sentimentales de sus hijos para que estos se centren en sus estudios puede parecer una desacertada perla neoliberal, sin más, entre tantas otras. Pero es una magnífica síntesis de los principios que dicha corriente enarbola. La vida es una dura competición y solo los más válidos llegarán a la meta. Hay que ser agresivos, competitivos, ambiciosos, para lograr la excelencia. Para ello solo cuenta lo práctico, lo inmediato, lo material, lo contable. ¿Para qué sirven la filosofía, las artes o el amor? No es rentable cultivar el espíritu. Qué tristeza de pensamiento y qué pobreza de espíritu, señor director. 

Pero lo inquietante es que esta es la mentalidad que ha derrumbado el mundo que conocíamos y la que pretende erigirse como la única capaz de sacarnos de la ruina. Quieren hacernos creer que el problema es la solución. Y si los jóvenes, rebeldes por antonomasia, están libres de distracciones y bien adoctrinados (también se les "aconseja" en el bachillerato de excelencia que no se manifiesten y no secunden huelgas), se dejarán conducir. 

Al leer la noticia recordé la obra de Hesse, Bajo las ruedas. Educación y métodos  severos que huelen a naftalina.


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