miércoles, 5 de enero de 2011

Las razones del escritor

El pasado fin de semana, El País Semanal publicaba un reportaje titulado Por qué escribo. En él, distintos escritores contestaban a esta pregunta, tantas veces formulada, con mayor o menor sinceridad. Felipe Benítez Reyes la considera una pregunta ociosa, que siempre va a tener una respuesta cargada de afectación. 
Me gusta mucho su poesía, pero su respuesta me parece la menos acertada. Claro que tiene sentido esta cuestión. Creo que la literatura, el arte en general, tienen razones muy distintas a otros oficios. Beckett, a propósito de esta pregunta, argumentaba simplemente porque no me queda otra; muchos son los que contestan no sé hacer otra cosa, sin más. 
Por lo tanto, dedicarse a la literatura, responde a una necesidad. Esta vocación no es fruto del azar, uno no puede decir escribo igual que podría estar plantando tomates.  No. La gran diferencia estriba en que uno se dedica a ciertos trabajos por necesidades externas, mientras que la literatura es una necesidad interna. Juan José Millás, por ejemplo, escribe para alejar la desazón. Amelie Nothomb reconoce que es algo que ella no ha elegido y compara su vocación con el amor, uno no elige de quién se enamora.
Yo creo que uno escribe para aprehender el mundo, su mundo, y fijarlo en el tiempo. La palabra escrita, al igual que otras artes, intenta retener y hacer perdurar lo que de otra forma estaría condenado a desaparecer. Pero también se escribe por puro narcisismo, o para expresarse y comunicarse con el otro. Como sugiere Andrés Trapiello, acaso se escriba por miedo a quedarse uno a solas con su dolor, como si escribir fuese un remedio, y no un veneno.

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